Un año más llegó Navidad para TODOS pero solo será motivo de celebración para aquellos ojos que saben mirar, para aquellos oídos que son capaces de reconocerte en la suave brisa, para quien mantiene su capacidad de sorprenderse, para quien sigue confiando a pesar de no entender, para quien se sabe acompañado por un Dios que siempre está.
Escuchamos estos
días a muchos decir: “¡Felices fiestas!”. No son tantos los que se atreven a
desear: “¡Feliz Navidad!”. Tristemente no conocen el Misterio que encierra la
Navidad, o todo lo que suena a religioso les causa rechazo, o simplemente no
comprenden lo que realmente se celebra. Y se quedan en lo exterior: Comidas,
fuegos artificiales, petardos, música, baile, regalos… Y otros no festejan por
razones diversas.
Todos los días
tendríamos que celebrar la Navidad. Que todo un Dios se abaje hasta el punto de
encarnarse en una personita como nosotros, pasar por uno de tantos, sufrir lo
que cualquier ser humano e incluso morir por nosotros. ¿No es suficiente para
agradecer y vivir con esperanza, alegría y paz?. ¿Puede haber una demostración
mayor de amor?.
Sigue naciendo,
la historia se repite y se hace presente cada día. Ese Dios “pequeño” está en
cada “pequeño” y desea encontrarse con nosotros, amarnos y ser amado.
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