Estas fueron las últimas palabras de Esteban cuando algunos
curiosos ya tenían piedras en las manos y sus principales perseguidores
comenzaban a lanzárselas hasta matarlo. Hace falta estar lleno del amor y la
misericordia de Dios para perdonar incluso a tus asesinos.
Cuando nuestra humanidad simplona y egoísta se cierra al amor
comienzan los rencores, los deseos de venganza, el odio, los malos deseos… y
muchas veces surge la esperanza de que la justicia divina haga su obra,
adjudicando a Dios la sentencia de “los crímenes y barbaridades” de otros
cuando no tiene otro poder que el del amor y la misericordia.
En vez de lanzar a los otros a la justicia divina, que entendemos
de aquellas maneras. ¿Por qué no los ofrecemos y entregamos a su misericordia?.
¿Acaso la gracia del amor y la misericordia no es para todos?. ¿No vino para
darse y quedarse con todos?.
A la unión con Dios se llega mediante la identificación con Jesús
pero sólo será posible si vamos dando cabida en nuestra vida a su amor y su
misericordia y comenzamos a practicarla en las grandes y pequeñas acciones de
cada día. Eso implica: Ser humilde, perdonar, acoger, confiar, dejarse llevar
por el Espíritu, desprendimiento, sufrir críticas, burlas, menosprecios… Y todo
esto no se consigue por el puro esfuerzo sino por pura gracia. Pidamos entonces
la gracia de amar y perdonar como Él, como tantos otros han hecho después a
imagen y semejanza suya. Si es este nuestro deseo, Él lo ha puesto en nuestro
interior y no tardará en convertirse en una realidad porque nada es imposible
para Él.
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