Todos nos hemos visto sorprendidos alguna que otra
vez por situaciones o acontecimientos que han desbaratado nuestros planes, que
nos han hecho cambiar de rumbo. No es de extrañar que surjan en ese momento los
miedos, las preguntas, la angustia, el enojo… Pensábamos que ya habíamos
encontrado el rumbo, el sentido de la vida… Creíamos tal vez que en adelante
todo iría rodado… Estábamos convencidos de cuál era el camino… Y de la noche a
la mañana: Todo cambia.
Al bueno de José le pasó algo similar. Este sencillo
y humilde carpintero soñaba con una vida tranquilita, como la del resto de
familiares y vecinos. El Señor vino a echar por tierra sus proyectos
eligiéndolo para una misión que escapaba a todo razonamiento humano. En él también surgieron las dudas, el miedo, la impotencia… Se
le pedía apostar y aceptar un proyecto distinto al suyo pero acabó aceptando y confiando
en que el Señor siempre propone y da, no lo que queremos sino lo que más nos
conviene.
En el afán de cada día, en la rutina, también
nosotros somos sorprendidos invitándonos a cuestionarnos el camino que
seguimos, o incluso a cambiar de rumbo. El creer que tenemos todo controlado no
nos permite escaparnos de las sacudidas que de pronto experimentamos y que
hacen tambalear el edificio que habíamos construido.
¿Te has encontrado alguna vez diciendo: “Nunca me
hubiera imaginado aquí” o “Pensé que esto no podría sucederme” o “No creí que
pudiera llegar a estar así, a tener estos sentimientos, a sufrir…” o “Esto es
precisamente lo que no quería, lo que no hubiera elegido para mi vida”?. Es entonces
cuando tocas lo más humano, la fragilidad misma, la vulnerabilidad, la miseria…
y te sientes necesitado de apoyo, de fortaleza, de claridad... de AMOR. ¿Dónde
buscas entonces todo eso que necesitas y no tienes?. Hay muchos libros… sí, hay
muchos cursos… sí, hay muchas técnicas para superar, para enfrentar, para… San
José no tenía todo eso y tampoco lo necesitó. Sintiéndose tan “pequeño”
satisfizo sus carencias en quien le indicaba otro horizonte, en quien le encomendaba una misión diferente. No entendiendo hacia dónde iba, confundido, preocupado, con miedo, se
abandonó a su Dios con la confianza de que Él le daría lo necesario para llevar
a cabo la tarea propuesta.
El camino que nos queda por recorrer no lo conocemos
pero sí en quién podemos apoyarnos y quién nos acompaña y provee. Abandonarse y
confiar.
Precioso¡¡¡
ResponderEliminarGracias por tan bello mensaje.
ResponderEliminarJesús Tu eres el Camino, en Ti deposito mi confianza!!
ResponderEliminarLa bondad de José le hizo aceptar y confiar...
ResponderEliminarMuchas gracias Gloria, cada vez que mi túnel se pone oscuro tú lo despejas con una palabra que irradia luz.tkm.
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