Una
canción de Sor Glenda comienza así: “Si conocieras el don de Dios, si
conocieras lo que Él te quiere regalar…”
“!Qué
lejos estamos muchos de conocerle!”. Porque si realmente le conociéramos nos
daríamos al 100%, sin reservas… vaciaríamos nuestro corazón de apegos y
dependencias para que Él lo llene (imagen, dinero, cosas materiales, poder,
prestigio, culpas…)… dejaríamos de mendigar amor, aceptación, valoración de los
otros… seríamos indiferentes (libres) respecto a todo lo creado y solo
desearíamos y elegiríamos lo que más nos conduce al fin para el que fuimos
creados.
En los
últimos Ejercicios Espirituales escuché algo que resonó en mi interior. Si doy
20 me da 20. Él nos da en función de lo que damos. Compartí con mi acompañante
que en mi caso las cuentas no salen porque yo doy bien poco en comparación con
todo lo que Él me da. Y mi reflexión era la siguiente: “Si dando tan poco y
siendo tan mediocre recibo tanto ¿cuánto más no obtendré si doy más? ¿Y qué es
lo que me lo impide?”. Supongo que lo mismo que a todos: El miedo a soltar, a
qué sucederá…
Jesús
conoce nuestro corazón, nuestras ataduras, nuestros miedos. Es por esto que
promete: “El que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed”
Dios nos
pide nuestro corazón. Solo es de confiar. ¿Te imaginas la obra que puede hacer
si se lo ofrecieras? Todos estamos hechos de la misma materia. Si otros han
podido, nosotros también podemos. Donde hubo pecado sobreabundó la gracia.
También de nosotros puede salir algo grande. Pero solo con nuestro esfuerzo
poco vamos a conseguir. Necesitamos pedir en nuestra oración la gracia de
conocer a Jesús internamente para más amarle y seguirle buscando en todo la
voluntad del Padre. Tener los mismos sentimientos que Jesús para glorificarle
con nuestras vidas.
Y ojalá en
algún momento podamos definitivamente SOLTAR
y con coraje, como la samaritana, digamos: “Dame de esa agua, y así ya
no sufriré más sed”. Hay un vacío en nuestro interior que inútilmente llenamos
de cosas de este mundo. Solo Dios puede llenar ese vacío y habitarlo, Él es el
único que puede calmar nuestra sed. Recuerda: “Si conocieras el don de Dios, si
conocieras lo que Él te quiere regalar”. Ten fe y confía.
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