Decimos
creer en Dios pero la mayoría de las veces no es nuestro Absoluto sino que
tenemos a personas, lugares, cosas, un cargo, una vocación… como nuestro “dios”.
O incluso podemos convertimos en nuestro propio “dios” cuando giramos en torno
a nosotros y nuestras cosas
San
Ignacio habla de afecciones desordenadas cuando nuestro afecto se enfoca en “otras
cosas” sobre las que gira nuestra vida, dejando de centrar nuestra vida en
Dios. El problema es que cuando “esas otras cosas” nos faltan: nos hundimos,
sufrimos y echamos la culpa a ese “dios” en el que creemos

El
problema es que es muy fácil perder el centro. Yo me convierto en el centro, en
mi Absoluto cuando me comporto de forma egoísta, soberbia, orgullosa… cuando no
me perdono o no perdono, cuando soy rencoros@, envidios@, competidor/a… cuando
busco el poder, el agradar, el aplauso… ¿Ves qué rápidamente podemos perder el
norte?
Si
quieres ser libre, es necesario estar revisándose: situaciones vividas,
comportamientos, sucesos, emociones… para ver qué tanto es Dios el Absoluto o
lo son “otras cosas”.
Solo
si Dios es el centro sobre el que giras tú y “tus cosas”, podrás ser libre…
Solo
si ves todo lo que no sea Dios como un medio, podrás ser libre…
Y
solo si eres libre podrás amar como Jesús
Y
solo si eres libre podrás ser feliz