El bien o el mal no tienen
mayor fuerza que la que les queramos dar.
El poder está en nosotros. La decisión la tomamos nosotros. Nosotros
optamos por abrir la puerta y dar cabida en nuestra vida al bien o al mal
Muchas veces oímos excusas
relacionadas con no llegar a tiempo, no cumplir una tarea, dejar un compromiso,
no ser fieles a la oración… y “pobrecito el mal”, le culpamos de lo que en
definitiva es responsabilidad nuestra, le culpamos de nuestra dejadez, de
nuestra pereza, de nuestra tibieza, de nuestra indisciplina, de no poder evitar
tentaciones, de nuestra incapacidad para deshacernos de apegos, de nuestra
falta de organización… El mal no tiene fuerza y poder a menos que se lo demos y
se lo damos en la medida que le damos cabida en nuestra vida.
Se acabaron ya las excusas
y las justificaciones, el “es que no sabía”, dejemos de echar balones fuera. Ni
el bien ni el mal eligen, somos nosotros. Seamos adultos responsables. Tanto si
nos dejamos llevar por las invitaciones a hacer el bien como si nos dejamos
llevar por la tentación o las insinuaciones del mal es porque así lo decidimos.
¿A quién le abrimos la puerta?
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