Lo
importante no es si amo a Dios o cuanto le amo sino que Dios me ama… Y me ama: tanto si creo como si no… tanto si
le amo como si no…. Algo que no podré evitar será que Dios me ame y ame a todos
los hombres y mujeres que pueblan este planeta. ¿No estás de acuerdo?. Pues
Jesús lo dice bien claro en la parábola de los trabajadores de la viña. A los
que llegaron de último les pagó lo mismo a que a los primeros. Y también cuando
cuenta a sus discípulos que su Padre hace salir el sol sobre buenos y malos.
Entiendo que alguien se pueda resistir… también al hermano mayor de aquel que
se perdió y luego regresó a casa de su padre “le cayó pesado” que recibieran
“al hermanito” con los brazos abiertos y le prepararan una gran fiesta.
No
te esfuerces en ganar su amor… ya lo tienes… de gratis y a cambio de nada. Solo
tienes que abrir tu corazón y dejarte seducir y conquistar por Él. Abrirte para
llenarte de su Amor. Este es el principio, el origen y el cimiento de todo. No
puedo amar a Dios si antes no me he sentido amad@ por Él. Puedo preguntarme:
¿he tenido experiencia del amor de Dios? ¿cuándo? ¿cómo he respondido? ¿cuándo
he rechazado ese amor? ¿por qué?
No
es lo mismo saber que Dios me ama que sentir que Dios em ama. Puedo tener sed y
pensar en el agua pero solo el pensar no me va a quitar la sed. Una cosa es
pensar en… y otra cosa es experimentar y sentir. Y para experimentar y sentir
hay que abrirse. Es una aventura arriesgada porque nadie sabe a qué le puede
llevar. Pero ¿cuál es el miedo?. Él nos dice que confiemos… hagámoslo vida.
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