Hay momentos,
circunstancias o experiencias en la vida, en los que tocamos fondo, en los que
experimentamos nuestra fragilidad y debilidad, en los que somos conscientes de
nuestra humanidad
El pecado, una
enfermedad grave, un accidente, una amenaza, sufrir los efectos de una
catástrofe natural, la pérdida de un trabajo o de la casa, un acontecimiento
trágico en la vida de un ser querido… nos ponen en contacto muy estrecho con
nuestra finitud
Vernos y
vivirnos en cualquiera de las situaciones enumeradas puede facilitarnos el
encuentro con Dios. En ese “darnos cuenta” de nuestra “nada”:
- podemos reconocer al “TODO” que alienta, sostiene y nos da vida
- podemos dejar de creernos autosuficientes para sentir la necesidad de Él y reconocer su obra en nosotros
- podemos dejar de creernos indispensables y ser conscientes de que Él continuará su obra con o sin nosotros
- podemos dejar de vernos y sentirnos el centro del universo para ponerle a Él en el centro
- podemos dejar de mirarnos y comenzar a mirar la vida que se nos regala y la acción de Dios en todo/s
- podemos dejarle ser y hacer
- puede cumplirse su voluntad y no la nuestra
Mientras no nos
encontremos con Él, nos creeremos autosuficientes. Y en ese creernos
autosuficientes, seremos presos de la soberbia, el orgullo, la vanidad, la
vanagloria, el miedo, la envidia, la codicia…
Danos la gracia
de:
- comprender esta realidad para que puedas continuar haciendo tu obra
- experimentarnos una “nada” sostenida y habitada por un “TODO”
- hacerte el centro de nuestra vida
- encontrarnos contigo para poder vivir de manera plena y dichosa
AMEN
Amen. Ayúdanos Señor a reconocer nuestra pequeñez y fragilidad. Que siempre vivamos necesitados de Ti.
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