Los
discípulos de Jesús creyeron entenderlo todo, conocer a Jesús… pero éste les advirtió
asegurándoles que le dejarían solo en la dificultad.
Nos
puede pasar lo de los discípulos: creemos, sabemos, conocemos… pero nos falta
lo más importante: la experiencia de Dios y la confianza en Él
Ya
lo decía San Ignacio: “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el
gustar de las cosas internamente”. Tratamos de llenarnos de conocimiento,
queremos tener certezas, encontrar respuestas a nuestras dudas de fe, poseer la
verdad… y nos perdemos. Lo advirtió Jesús: “¿De qué nos sirven las certezas
cuando en las pruebas y dificultades huimos de Dios, nos alejamos, nos enojamos
con Él…?”. Tal vez es en esos momentos cuando todas nuestras certezas se
desvanecen y palpamos más íntimamente nuestra realidad de seres frágiles y
vulnerables.
Jesús
tenía certezas, pero poseía algo de mayor valor: “La confianza en su Padre”. Si
solo hubiera contado con las certezas, hubiera sucumbido en la prueba final
Centrémonos
más en “abandonarnos y confiar en el Padre” y no perdamos tanto el tiempo en
querer entender un Misterio que escapa a nuestro entendimiento. Sólo así
podremos permanecer y ser fieles hasta el final.
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