¡Qué fácil
pensarlo o incluso decirlo! ¡Qué difícil vivirlo! Y es que estamos apegados a
“tantas cosas, personas, situaciones, adicciones…”. Unas veces son cadenas
gruesas y otras finos hilos de seda como decía San Juan de la Cruz pero ¿qué
más da si no nos permiten volar, si nos impiden ser libres?
Y es que
sólo un corazón que se ha vaciado de sí: es capaz de llenarse de Él, es libre
para hacer su voluntad
“Lo que Tú
quieras”… pero que no se vea afectada mi salud ni la de los míos, ni mis
comodidades, ni mi trabajo, ni mi casa, ni mi carro, ni lo que he conseguido
hasta ahora, ni mi imagen, ni lo popular que soy, ni el cargo que tengo, ni el
lugar en el que vivo… y menos aún mi via. ¿Qué pasaría si perdieras algo de
eso? Te darías cuenta de en qué o en quién tienes puesta tu seguridad y
confianza.
¡Qué
grande nos queda ese “lo que Tú quieras Señor”!... y es que ¡estamos tan
apegados a lo de este mundo!. ¡Qué perdidos y despistados andamos cimentando
nuestra pobre casa sobre arena o creándonos falsas ilusiones que más bien
pronto que tarde nos harán caer en la cuenta de que tan solo eran espejismos!
Sólo el
corazón vacío, sólo el corazón libre puede decir y vivir esta frase: “Lo que Tú
quieras Señor”. El primer paso es quererlo y desearlo, el segundo pedirlo, el
tercero poner los medios y el cuarto confiar en que Dios en algún momento nos
conceda la gracia de vivirlo. Que así sea.
Que hermosa meditación Lo que Tú quieras Señor. Muy cierto que fácil decirlo y que difícil vivirlo. Jesús ayudame a Vivir en la plena confianza en Ti, no en las circunstancias ni en los bienes materiales.
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