Seguir a Jesús no nos va a
enriquecer, no nos va a dar seguridades, no nos va a garantizar una vida
tranquila, no nos va a proporcionar fama… más bien seguir a Jesús nos conduce:
a vivir pobremente y de forma austera, a no desear tener más, a no apegarnos a
las cosas, a vivir en la incertidumbre de ¿y mañana qué?, a desestabilizarnos,
a ser criticados o ninguneados, o incluso a ser objeto de burlas porque nos
crean tontos…
Seguir a Jesús es de “locos”
porque es ir contracorriente, contra los valores de este mundo, contra las
invitaciones de la sociedad de consumo que nos anima a tener más creándonos más
necesidades, a ser más que…, a ser reconocidos, a cuidar nuestro cuerpo como si
fuera un “dios” haciendo de él un ídolo, a buscar la felicidad en las cosas
(diversión, placer, juego, viajes, moda, tecnología)…
El que decide seguir a Jesús
pobre y humillado: “está loco”, pero ojalá hubiera más locos enamorados de ese
Jesús, porque ellos son los que construyen el Reino. Esos que eligen: la
pobreza, el sufrir oprobios (humillaciones) e injurias (injusticias) por amar y
servir, y la humildad como actitud de vida
Seguir a Jesús es tener sus
mismas actitudes y sentimientos. Elegir lo que elegiría Él, hacer lo que haría
Él, mirar como miraría Él… ser compasivo, tolerante, misericordioso, bondadoso…
Seguir a Jesús es renunciar a
nuestros caprichos, apetencias, gustos e intereses para hacer en todo su
voluntad. Salir de nuestro propio amor y querer para que Él sea en nosotros.
No podemos autoengañarnos.
Seguirle implica toda nuestra vida. O con Él o con el mundo ¿con quién queremos
hacer alianza?. Decir que le seguimos pero vivir según los valores del mundo
nos fragmenta y nos quita la paz. ¿A quién queremos seguir?
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