Tan solo una mirada y una palabra: “Sígueme”… y a lo
largo de la historia muchos han ido tras Él.
Hoy seguimos escuchando la invitación de Jesús que,
cariñosamente y sin imponer, desea que le sigamos. Pero ¿entendemos bien en
nuestras vidas lo que encierra esta palabra?. ¡Qué grande nos queda esta
invitación!. Hablamos y deseamos hacer la voluntad de Dios pero ¿cuántas veces
anteponemos nuestros intereses, gustos, quereres?, ¿cuántas veces nos
adelantamos a Jesús haciendo nuestra voluntad en vez de la suya?... ¿Le sigo o
sigo a un “dios” fabricado en mi mente?, ¿le sigo o sigo la imagen que quiero
lograr de mi persona? Puede que creyendo que estamos en el buen camino y en lo
correcto, estemos siguiendo a otros “ídolos”. Y quizás hagamos muchas buenas
obras pero a lo mejor no se corresponden con la misión que venimos a desempeñar
Se nos narra que Ignacio de Loyola, al igual que otros
Santos, seguían al Espíritu, no se le adelantaban. En un mundo en el que nos
creemos nuestros propios “dioses”, autosuficientes y poderosos, podemos caer en
la tentación de adelantarnos.
Se trata de seguirle… no hay que andar acelerados ni
estresados… otro va guiando y marcando el camino… no hay que hacer nada, solo
seguirle… a su ritmo, con paciencia, con humildad… dejarse llevar e ir
respondiendo a sus insinuaciones.
No vamos solos… Alguien va marcando el camino… Si te
atreves, ponte detrás y ¡síguele!… los milagros se sucederán después
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