Si comienzas a
leer esto es porque sentiste que te identificabas con el título. No sé si eres
de los insaciables que tratan de estar todo el día haciendo, o de los que
ocupan ruido a todas horas, o de los que buscan experiencias cada vez más
extremas, o de los que cosechan éxitos y nunca son suficientes, o de los que
tratan de acaparar y tener cada vez más y siempre encuentran nuevas necesidades
que satisfacer, o de los que…
El “más” nos
atrae… Queremos tener “más”, ser “más” que…, viajar “más”, adquirir “más”
conocimientos, disfrutar “más”, vivir “más” cómodamente, encontrar un trabajo
que nos genere “más” ingresos, que nos quieran “más”…
Hay también un
“más” evangélico que nada tiene que ver con el “más” del mundo. A ese “más” no
le prestamos atención porque tenemos miedo de perder lo que ni siquiera
tenemos.
El “más”
evangélico no nace del ego, del esfuerzo, de la mente… sino que brota como respuesta agradecida de
quien se siente infinitamente amado. Es un “más” que no cuesta, que no cansa,
que no agobia, que no tensa. Es un “más” posible. “Mientras hagamos
por completo aquel poco que podemos, estaremos haciendo lo mejor” (Arrupe). Ni más porque
estaremos respondiendo a nuestro ego y terminaremos quebrándonos o abandonando,
ni menos porque estaremos desaprovechando los dones y cualidades que se nos han
regalado y en consecuencia nuestro crecimiento será limitado y no tendremos
vida plena
El “más”
evangélico no es hacer más cosas porque así siento que estoy cumpliendo, o porque
“`pobrecito el sacerdote”, o porque no hay nadie que lo haga, o porque voy a
ganar el favor de Dios o la admiración de la comunidad. Hacer más cosas no
siempre es lo mejor ni lo más conveniente. Se trata de hacer lo que me toca hacer poniendo todo mi corazón en esa empresa.
Hacer sin buscar provecho, beneficio, éxito, aplausos. El “más” que no brota
del corazón no es evangélico
El “más”
evangélico busca identificarse con los
valores, actitudes y sentimientos de Cristo: humildad, sencillez, verdad,
honestidad, solidaridad, renuncia, austeridad… Optar por el “más” evangélico es
optar por lo que es “menos” para el mundo. El “más” evangélico cuestiona e
incomoda a quienes se dejan llevar por el “más” del mundo, por eso juzgan, se
burlan, persiguen y hasta son capaces de matar.
El “más” evangélico
lleva a priorizar a los más pequeños,
a los indefensos, a los excluidos, a los que menos posibilidades tienen, a
quienes incomodan…
Recuerda, si tu
“más” no brota del corazón… te estás buscando. ¿Qué hacer entonces? Ábrete al
amor incondicional y a su misericordia para que puedas experimentarte querid@.
Tu “más” brotará sin esfuerzo y será la respuesta agradecida a tanto amor.
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