Después de mi
primer año en Honduras regresé a España. Era septiembre, pronto llegaron las
fiestas de San Mateo (salir con amigos, trasnochar, música, gente, ruido…). Una
de esas noches, sin buscarle… me encontró. Y fue en un bar lleno de gente, sería
algo más de la 1am, la música a todo volumen. De repente empezaron en mi mente
a pasar imágenes, como si de una película se tratase, de experiencias que había
vivido ese año, personas, realidades… Entonces me pregunté: “¿Qué hago acá?”, “¿Voy
a seguir perdiendo el tiempo con tanto por hacer en este mundo?”. Esa noche tomé
la decisión de regresar a Honduras. Sumida en una realidad de muerte, en la que
supuestamente me la estaba pasando bien, me encontré con Él, con el mismo
resucitado que ahora celebramos
María Magdalena caminó hasta el sepulcro para estar con el Señor ya muerto. Cuál fue su sorpresa que se produjo el encuentro con el Dios vivo.
¡Qué misterio
tan grande!. Hay quien le busca y no le encuentra. Hay quien anda perdido o
distraído y se cruza en su camino. Nos ha podido pasar un poco de todo en la
vida porque por Él no queda y aprovecha todo lo que nos acontece para hacerse
el encontradizo. Quien ama desea estar, permanecer, con el amado. ¿Qué tan vivo
está ese deseo en mí?
Todos
tendremos un montón de anécdotas que contar de encuentros con el Señor. Si bien
es cierto que por mucho que lo deseemos no podemos forzar la experiencia, sí
que depende de nosotros estar atentos y disponernos buscando los medios que
faciliten el encuentro o evitando aquello que lo dificulte o impida.
El encuentro
se da cuando quiere (en la mañana o en la noche, en la juventud o en la
ancianidad como le pasó a Simeón…), como quiere (por medio de una canción, una
propuesta, una lectura, un acontecimiento…), donde quiere (caminando con
nuestras desolaciones, miedos, dudas, como los discípulos de Emaús… en la oración,
en el tiempo de descanso o de ocio, en la rutina de cada día… encerrado como
los discípulos, en realidades de muerte como María Magdalena…). Cualquier tiempo,
modo o lugar puede ser el momento oportuno para que se produzca el encuentro.
Desea encontrarse
con todos porque nos ama a todos. No se valen las excusas, justificaciones,
resistencias o pretextos para cerrarnos a ese amor que se quiere regalar. “Es
que…”. “Pero si yo…”. “¿Y si…?”. “Ya es muy tarde”. “Eso no va conmigo”. “Yo
estoy bien así”. “No me va a aportar nada”. “No lo necesito”... El Amor desea ser
acogido, recibido… ahora. ¿Por qué o para qué esperar más?
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