¡Cuánto por madurar en la fe cuando
nos sorprendemos quejándonos al Señor y comparándonos con otros!. Así le pasó
al pobre de Pedro y así sigue sucediendo. Y Jesús es muy tajante cuando le
preguntan por otros o cuando se le reclama: “¿A
ti qué?”. “Ocúpate de lo que te toca, haz lo que se te dice, habla o calla según
convenga…”
Si a los otros los llamó más tarde y
van a recibir la misma paga… Si el camino para otros es llano, repleto de
flores, tiene unas vistas maravillosas, y el tuyo es empinado y lleno de
obstáculos o pruebas… Si los otros reciben aplausos y tu pasas desapercibid@...
Si a los otros se les abren las puertas por donde van, encuentran quien les
ayude, y tu encuentras mil y una dificultades. “¿A ti qué?”
Se pierde mucha energía mirando a
los otros, comparándonos con ellos, tratando de imitarles, envidiándoles… ¡Qué
distinto sería todo si cada cual se centrara en lo que le toca!.
Cada uno tiene que recorrer su
propio camino aunque la meta sea la misma. Lo que nos encontremos, lo que nos
suceda, lo que vivamos… será lo que nos convenga para ir conociéndonos,
ordenando nuestros afectos, purificando nuestros deseos y nuestro amor.
¿Mejor, peor…? Todo es relativo. Tu
camino es el que te toca y solo tú puedes recorrerlo. Deja de mirar a Juan, a Sandra,
a Luis o a Rita. Tu camino es único, nadie lo va a hacer por ti. Y si los otros…
¿a ti qué?. Jesús concluye con una invitación “Sígueme”. Algo así como “No
tengo más que decir, centra tu vida en mí (abandónate y confía) y no te
preocupes por nada más. Yo estaré contigo”
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