Nos
creemos libres cuando en realidad no lo somos. Y cuando pensamos en libertad lo
limitamos a la capacidad de elegir o de hacer lo que deseamos
En
realidad son muchas las cadenas que nos enredan esclavizándonos y dificultando
así el encuentro con Dios, el amar, el hacer su voluntad. Y podemos también
recordar al joven rico y pensar en las riquezas o posesiones pero hay cuerdas
más cortas o finas que quizás desconocemos pero que nos tienen igualmente
amarrados. De donde se hace urgente el conocerse, el escucharse, el revisarse…
Esas
cuerdas cortas o finas a veces ni las vemos pero nos están perjudicando. Puede
ser el miedo, la culpa, el rencor, el odio, el egoísmo, la codicia, el amor
propio, la mentira…
“Eso”
que nos impide responder a lo que es un llamado o invitación del Señor, es un
obstáculo entre Él y nosotros, es una de esas cadenitas apenas perceptibles
pero tan dañina como las más gruesas y largas
¿Quiero
seguir viviendo así? ¿Qué beneficio me reporta? ¿De qué me estoy privando? ¿Qué
puedo hacer para cortar esas amarras?
Pienso
que lo primero es conocer qué nos enreda y después: Desear cortar, romper, desligarnos
de eso que frena nuestro caminar, que no nos deja avanzar. Pero también estoy
convencida de que solos no podemos, de que humanamente y con nuestras propias
fuerzas no lo conseguiremos. No sé tú pero yo lo tengo muy claro: “Me rindo”.
Yo al menos necesito la gracia del Señor. Y también creo que Él puede hacerlo.
Que me abandone y que confíe, y que su Espíritu me libere. Es también mi deseo
para ti.
Gracias .
ResponderEliminarGracias por esos mensajes tan profundos que nos ayudan a reflexionar
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