martes, 9 de agosto de 2022
“MISERICORDIA QUIERO…”
¿Cuál
es el criterio que utilizamos en nuestro discernimiento, en nuestras
decisiones? Podemos caer en la tentación de pensar que lo más difícil, lo más
costoso, lo que más nos exige, lo más sacrificado… es de Dios. Habrá veces que
coincida pero Jesús fue claro: “Misericordia
quiero y no sacrificios”. Se pueden hacer muchas obras y hazañas, que
impliquen mucho a nivel personal, que sean alabadas y valoradas por gran número
de personas, pero que disten de esa misericordia que desea el Señor. Cuando en
todo eso, por muy santo que sea, la persona se irrita, se agota, se asfixia, se
quiebra… es momento de revisar el origen y el fin de cada acción, la motivación
y el objetivo hacia el que está encaminado… Hay que cuestionarse y tener el
valor de hacer cambios (en el hacer, en la forma, en la actitud…)
Si
nuestro deseo es hacer la voluntad del Señor, tal vez sea más conveniente y
acertado utilizar como criterio de discernimiento el del amor y la
misericordia. O como también insinuaba San Juan de la Cruz: “Lo que más os despertare a amar eso haced”.
No me
atrevo a dar recetas generales porque cada persona, cada caso, cada situación
es única y habría que valorar un montón de factores para determinar si algo es voluntad
de Dios o búsqueda de sí. Sí que creo que el amor a uno mismo es un aspecto que
no debemos pasar por alto (por supuesto que sin caer en egocentrismos porque
entonces ya no sería amor).
En
función de esto ni el qué, ni el dónde, ni el con quién, ni… son determinantes,
tan solo medios para un fin mayor: El amor, la misericordia…
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Nuestra misericordia muchas veces es condicionada, no se parece a la que Dios quiere.
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