Todo lo que está relacionado con pecado,
enfermedad, tinieblas, sufrimiento, dolor, culpa, rechazo… nos evoca a muerte
El amor incondicional y fiel de Dios, que
nos ha creado y nos sostiene, está por encima, es más grande y más fuerte que
cualquier realidad de muerte que pueda afectar al ser humano. Nada de todo eso
es obstáculo para que nos regale su amor.
Por nuestra parte podemos trascender
cualquier circunstancia, situación, angustiosa, deprimente, frustrante, triste,
esclavizante, embarazosa… que estemos viviendo. “Eso” que suena, huele o nos
habla de muerte no es un fin en sí mismo. Cuando enfocamos la atención en ello,
dejamos de ver una realidad mayor, más grande, mejor. Y lo hacemos cada vez que
nos enredamos en esas realidades de muerte tratando de buscar explicación o
culpables, cuando nos condenamos o justificamos, cuando… Y ante esto, San Juan
de la Cruz nos advierte: “Cuando reparas
en algo dejas de arrojarte al todo”
Todo lo que de muerte nos atrapa es como
una densa nube que cubre el cielo impidiendo ver el sol. Sabemos que el sol
está detrás queriendo darnos luz, calentarnos, darnos vida, pero nos empeñamos
en continuar mirando la nube: Quejándonos, maldiciendo, angustiándonos, “y si
hubiera…”,… o buscando distractores, o dejándonos seducir por luces brillantes
que nos hacen creer que esa es la solución de nuestros males.
Así como el sol siempre está, el amor de
Dios ha estado, está y permanecerá incluso después de que este cuerpo que
habitamos deje de respirar y latir
El Dios en el que creemos, su amor, es
capaz de atravesar cualquier realidad de muerte por enquistada que esté en
nuestra vida, en nuestro corazón, en nuestro cuerpo o en nuestra alma. Pero
también es cierto que nos ha creado con capacidad para dar ese paso y poder
trascender
No lo olvidemos: “La muerte no tiene poder sobre el amor de Dios”
Muy cierto, bello mensaje
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