En unas horas he escuchado a dos
personas, una Psicóloga y una Gerocultora, trabajadoras ambas en Residencias de
Personas Mayores. Coinciden en estar “quemadas” por múltiples razones: El
exceso de trabajo, el cansancio físico y mental, lo poco valorado que es el
servicio que realizan, la falta de agradecimiento por parte de los superiores
inmediatos, y el que se les señale lo que no hacen tan bien como se espera de
ellas. Es una triste realidad que afecta no solo a los trabajadores
relacionados con el ámbito de lo social. Lamentablemente en otros sectores y a
todos los niveles escuchamos a personas con los mismos lamentos, y no sin
razón.
Esto sucede todos los días y a todas las
horas. Somos más conscientes cuando nos toca de manera directa pero ¿no haremos
también lo mismo en nuestras relaciones? ¿Nos fijamos en las virtudes y
cualidades de los otros? ¿Las alabamos y fortalecemos? ¿O somos de los que nos
enfocamos y señalamos el fallo o el defecto del otro, criticando, aplastando o
minando su autoestima?
Con todo esto me surgen varios tips:
* El trabajo hay que hacerlo bien. Cada uno es como es, no fijarme tanto en lo negativo o en lo que me señalan como defecto o fallo, sino tratar de darlo todo y no perder de vista por quién lo hago.
* Si me siento valorad@ y sobre todo amad@ incondicionalmente, me enfocaré en mi trabajo sin esperar aplausos o agradecimiento de los otros
* Si tomo conciencia de lo que hay en mi haber, y reconozco que no soy perfect@, me ayudará a ser más tolerante y empátic@ con los otros
Que al menos los que nos llamamos
cristianos seamos más humanos, más misericordiosos, más compasivos… Que nos
preocupemos más por el ser que por el hacer. ¿De qué nos sirve decir que amamos
a Dios si no amamos a nuestro prójimo?. ¿Acaso Él no nos quiere a cada uno tal
y como somos?
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