No sé si elegante es el calificativo más
acorde para las personas de las que voy a hablar pero es el primero que me
surge.
El otro día en un grupo se dio una
circunstancia que me hizo calificar a una persona de elegante. No se conocían
entre sí pero una de ellas comenzó a hablar de una pérdida sufrida hace un
tiempo. Otra de ellas que llevaba en su haber una gran carga a nivel de
pérdidas (familiares y personales) no hizo alusión alguna a su situación
personal. Con atención escuchó a la que compartió su dolor sin hablar de sus
vivencias y experiencia.
Me cuestionó este hecho. Muchas veces
creemos que lo que nos pasa es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Hablamos
y hablamos de ello, sin saber y ni siquiera cuestionarnos qué sucederá en la
vida de los otros.
Esta situación me llevó a calificar de “elegante”
a la persona que escuchó. Porque escuchar es eso… acompañar, saber ESTAR, no
replicar, no interrumpir, no contar mi historia cuando el otro me cuenta sus
penas. Y no solo esto, en esa elegancia va inserta la humildad, el salir de sí,
el amor…
Nada de mirarnos todo el día el ombligo
como si lo que viviéramos fuera la mayor desgracia. Quizás la persona que
tenemos enfrente está pasando por una situación que necesita de nuestro
consuelo, y tal vez nos haga mejor escucharla que contarle nuestras “lamentos”.
Si, eso es elegancia, saber estar, acoger...
ResponderEliminarEscuchar, esta es una de las asignaturas siempre pendientes que tenemos todos, en mayor o menor medida. Oímos, sí, pero ¿atendemos, nos interesamos por lo que el otro está compartiendo con nosotros? En definitiva, ¿escuchamos? Me temo que estamos demasiado ocupados con y preocupados por lo nuestro. Lamentable.
ResponderEliminarEn la escucha atenta al otro hay caridad, olvido de uno mismo.
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