viernes, 1 de marzo de 2024

“TODOS LLAMADOS, TODOS INVITADOS”

 

El otro día en un grupo alguien se cuestionaba por qué el Señor llama a unos y a otros no. El Dios de Jesús, el que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos, nos llama a todos, sin excepción y sin predilección, no entiende de méritos sino de amor. Cosa muy distinta es nuestra actitud. Podemos estar más o menos atentos, ponernos “a tiro” o agarrar otro rumbo, responder a la invitación o dejarnos seducir por otros espejismos.

Con el nuevo día se nos invita a subir al monte Tabor. ¿Lo escuchas?. ¿Te pones en camino?. ¡Qué bien se está ahí!. No faltan las ganas de, como Pedro, decirle al Señor aquello de: “Hagamos tres tiendas”. Pero después hay que regresar, hay que descender a la realidad, a lo cotidiano de cada día. Hay que volver para comunicar la experiencia vivida.

Y allá en el valle regresamos a nuestros quehaceres, nos encontramos con personas que nos abrazan con su sonrisa, con su cercanía… que nos corrigen con cariño, que nos tratan con respeto… pero también con otras malhumoradas, exigentes o mendigas de un poco de afecto, de unas palabras, de atención…

La realidad a la que descendemos no es siempre un jardín de rosas. Hay quienes se encuentran con un desierto árido, oscuro. Cuanto mayor sea la hostilidad que nos toca experimentar, mayor será el tiempo que necesitaremos estar en la cima.

Aquí abajo se necesita creer en el Señor, experimentar su amor… Nosotros también somos  mendigos de fe, de amor, por eso subimos al monte, porque sabemos que ahí es donde podemos descansar, reponer nuestras fuerzas, llenarnos de todo lo que precisamos para volver.

Aquí abajo, por muy adversas que se presenten las circunstancias o por muy duros que sean los sentimientos que nos habiten, nos toca irradiar al Dios que nos va llenando. Ahí nos la jugamos, porque es en el amor donde se nos pide ser perfectos. ¡Qué fácil amar a los que nos aman!.

Instrumentos del amor de Dios con nuestra forma de ser, de estar, de relacionarnos con los otros, de hacer, de hablar… Pero eso no es posible a puro esfuerzo, es necesario primero subir y llenarse, para después bajar y poder darse.

6 comentarios:

  1. Grandes verdades. Gracias Gloria por darnos esa luz.

    ResponderEliminar
  2. Cièto, porque nadie da lo que no tiene.

    ResponderEliminar
  3. Cierto, porque nadie da lo que no tiene.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Gloria bueno tu mensaje.Tkm.

    ResponderEliminar
  5. No es preciso subir al monte, si en este valle de lágrimas, tenemos presente a Jesús en las diuras y en las maduras.

    ResponderEliminar