Esta semana he estado proyectando en las aulas de quinto, sexto y séptimo de las escuelas
públicas el vídeo del DOMUND del año 2014. Es una historia real que aconteció
en Brasil pero son hechos que suceden en la actualidad en muchos países de
América Latina. L@s niñ@s y jóvenes se han sentido bien familiarizados con lo que
ocurre en el vídeo: joven de familia desintegrada, una pandilla de jóvenes que
le persigue hasta querer darle muerte… y al final, un sacerdote que muere por
dar la vida por el muchacho.
Me cuestiona este
vídeo y me cuestiona el testimonio de muchos hombres y mujeres que me rodean y
que desde su sencillez se desviven por dar vida.
El pasado domingo
conversé con una profe a la que conozco desde febrero. Los domingos son tan
pesados de trabajo que hay días en los que al final de la jornada estoy apenas
saludando a alguno con el que no me he cruzado en todo el día. Este último
domingo solo trabajamos medio día. A las doce y media al terminar la
Eucaristía, las monjitas nos llevaron de convivencia a comer a la playa.
Primera vez en mi vida que las monjas me llevan a la playa de excursión, nunca
pasé de ir a Zaragoza a visitar el Pilar, al Corte Inglés y al parque de
atracciones. Pudimos así compartir y conocernos un poquito más. De regreso se
sentó junto a mí una profe de 34 años, tiene fama de gruñona y antipática. El
día que la conocí hasta a mí me cayó “gorda” pero el segundo día le di un
abrazo y cuando le vi la cara que puso me cambió la percepción que tenía de
ella. Vi detrás de ese armazón que cargaba, un ser débil, frágil y necesitado
de amor. Este domingo se dio la oportunidad de estar y compartir más sobre
nuestras vidas, y esa mujer se abrió hasta llegar a tocar mi corazón. Ahora
puedo decir que hasta la admiro.
R. nació y
vive en una colonia marginal, de las de peor fama de San Pedro Sula. Fue
formada por los misioneros de Maryknoll y tiene ya 12 años de trabajar con las
hermanas de María Auxiliadora. Los misioneros, su disciplina, su formación y D.
Bosco, han sido para ella decisivos para “dar vida” y entregar su vida a Jesús.
Si no llega a ser por todos ellos, seguramente hubiera terminado en una mara o
madre soltera o embarazada a temprana edad. Sin embargo ellos la salvaron, y
esa mujer es a todo dar. A sus 34 años su pasión siguen siendo los jóvenes y
recuerda, con alegría en su rostro, como algunos se han apartado del mal camino
justo a tiempo por una palabra que les dijo o una buena regañada. Continúa
trabajando con y por los jóvenes porque cree en ellos y porque le preocupa su
futuro. Me admira verla y sentirla tan entregada, y a la vez me cuestiona.
Hay mucha
gente a la que conocemos superficialmente, a la que tal vez etiquetamos… y no
nos damos cuenta de la riqueza que hay en su interior y de la vida que dan.
Personas sencillas, silenciosas, anónimas, que pasan desapercibidas a nuestro
lado y que son verdadero testimonio de Jesús.
Estas personas
son parte de mi inspiración, de mi fuerza, de mi deseo de despertar… tal vez
algún día les pueda llegar a la suela del zapato y dar algo de vida a mi alrededor
sin medir tanto los pasos, sin anteponer mis intereses, sin excusas. Tal vez
algún día me deje hacer y deje ser a Aquel que me creó y me da vida. Tal vez
algún día… ¡Cuánto camino por recorrer… pareciera que todavía estoy comenzando!
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