Dice Jesús: “El que haga la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana y
mi madre”. No nos podemos quedar con el argumento de: “No hago daño a nadie,
además voy a misa, rezo el rosario y tengo un trabajo en el que puedo ayudar a
otros”. Preguntémonos: ¿Miramos a los otros como herman@s, con el mismo amor y
misericordia con que los miraría Jesús? ¿Hacemos por ellos lo que Jesús haría?
¿Cómo nos relacionamos con los demás: de igual a igual o es una relación basada
en el poder, en el control, en la manipulación, en la indiferencia…?
¿Me siento dign@ de llamarme herman@ de Jesús? ¿Me contaría Jesús entre sus
herman@s? ¿Realmente hago su voluntad o la mía? ¿Hay algo que debe cambiar en
mi forma de ser y relacionarme con quienes me cruzo en el camino?
Y… ¿quiénes son mis herman@s?
Orando y reflexionando sobre el pecado, a una persona le resonó en su
corazón la pregunta que Dios le hace a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”.
¿Qué responderíamos a Dios si nos hiciera esta pregunta? Esa persona a la
que miramos con desprecio, esa persona a la que criticamos, esa persona que nos
hace la vida imposible o aquella que nos ofendió, esa persona a la que
ignoramos o de la que pasamos… los políticos, el viejito que pasaba sentado en
la puerta de catedral, el señor que barre la acera en la madrugada cuando todos
duermen, las que venden su cuerpo por las noches en los alrededores del
“María”, los niñ@s de la calle que tienen por techo el cielo, los presos, las
muchachas que son abusadas y/o violadas, los que cobran el impuesto de guerra a
buseros y taxistas, los empresarios que explotan a sus empleados, las mujeres
que trabajan doce horas al día en las maquilas para poder llegar a fin de mes,
los que no encuentran una razón por la que vivir e intentan acabar con su vida,
los que tienen que salir del país por necesidad o por seguridad, l@s marer@s,
los policías, los carreteros que venden sus frutas y verduras desde bien
temprano por las calles, los que recogen basura… todos y cada uno de ellos son
herman@s nuestr@s... ¿Acaso no son también ellos Hijos de Dios?
Después de una revisión como ésta a mí solo me cabe ponerme de rodillas,
bajar la cabeza y con tristeza, dolor y lágrimas en los ojos, pedirle a Dios
que se apiade de esta pobre pecadora.
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