martes, 10 de noviembre de 2020

“LO QUE NADIE NOS PUEDE ARREBATAR”



Nada ni nadie, ni siquiera una pandemia o un huracán, puede arrebatarnos:

La fe si está cimentada sobre roca. Una fe que, lejos de debilitarse en la adversidad, se fortalece haciendo vida el sermón de la montaña: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis”. Una fe que se concreta en las obras de misericordia. Una fe que no espera milagros sino que se moviliza para que suceda el milagro. Una fe que en las pruebas se apoya en la cruz


La esperanza porque Dios siempre cumple sus promesas. La esperanza de un nuevo amanecer, de la ayuda solidaria, de nuevas oportunidades de crecimiento, de ir construyendo juntos el Reino, de creer en la providencia de Dios que se encarna en la bondad y generosidad de quien ve en el otro a un hermano. 

El amor y la libertad de compartirlo por medio de lo que tenemos y lo que somos

El amor que se transparenta en quienes sirven de manera callada, sin aparecer en las redes sociales, sin jactarse de lo que hacen… porque estos ya recibieron su recompensa

El amor de quienes no esperan aplausos, agradecimientos, honores, alabanzas… porque hacen simplemente lo que les toca hacer

El amor de aquellos que, como la viuda, dan todo lo que tienen

El amor de los que ven en el otro a un hermano y lo tratan como tal



Sea lo que sea que hayamos perdido… siempre nos quedan la fe, la esperanza y el amor. Nada ni nadie nos los pueden arrebatar a menos que así lo elijamos. Si hoy todavía lo vemos todo gris, lodoso, confuso… confiemos y esperemos porque mañana volverá a lucir el sol y saldremos fortalecidos y renovados.



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