¿Qué podemos pedir a
quien cada día nos provee, a quien conoce lo que necesitamos
y está atento para darnos lo que más nos conviene…?
¿Qué podemos pedir a
quien nos regala todo su amor y de manera incondicional?
¿Qué podemos pedirle
cuando lo que deseamos es hacer su voluntad?
¿Qué podemos pedirle al
verle clavado en la cruz: solo, desarmado, frágil, herido?
¿De qué quejarnos
cuando a Él le abandonaron, le humillaron, le maltrataron… y hasta le
asesinaron?
Las peticiones… las quejas y lamentos… se ahogan en la garganta al verle clavado en la cruz. Y es que ¿qué le podemos pedir, de qué nos podemos quejar, cuando Él mismo ha sufrido la impotencia, la incomprensión, la injusticia, la frustración, la maldad del ser humano?
Ahí, clavado en la
cruz, dos mil años después… ¡tiene tanto que decirnos!
La cruz nos habla de
amor incondicional, de fidelidad, de pobreza, de humildad, de disponibilidad,
de generosidad, de entrega… Y ante todo esto… ¿qué le podemos pedir… de qué
lamentarnos?
Precioso¡¡¡¡
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