Cuando nos apegamos a la idea de un Dios
todopoderoso nos alejamos de Él, nos cuesta identificarnos con Él, le vemos
como un ser superior a nosotros.
Cuando contemplamos a un Dios que nació y vivió en la más absoluta pobreza y austeridad, que fue
emigrante, que aprendió un oficio sencillo, que no tuvo posesiones, que
compartía lo que era y tenía… que fue criticado, humillado, golpeado,
abandonado y hasta crucificado… se vuelve más humano, más cercano. Desde ahí
nos podemos sentir amados, comprendidos, acompañados, fortalecidos…
Tal vez la resistencia a no acoger la propia
debilidad tenga que ver con la resistencia a creer en un Dios que también se
nos presentó débil en Jesús
Difícilmente podremos acoger a Dios encarnado en
Jesús Niño, en el marginado, en el excluido o necesitado si no acogemos y
aceptamos nuestra propia debilidad
Acoger la propia debilidad es todo un reto y una
tarea que no podemos descuidar porque, si no tenemos caridad y compasión tierna
hacia nosotros, difícilmente la podremos tener con los demás
Acoger la debilidad…
- Del paso de los años, de las limitaciones físicas, de la enfermedad, del cansancio…
- De intentar algo y haber fracasado
- De habernos equivocado de camino
- De los errores
- De quien no lo puede todo y se siente necesitado
- De los miedos que paralizan
- De no saberlo todo y depender de otros
…
Acoger a Dios, abrirnos
al amor de Dios, es acoger nuestra propia debilidad
Resistirnos, enojarnos,
frustrarnos, no aceptar nuestra debilidad es cerrar el corazón al amor de Dios.
La decisión es personal
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