Hace dos mil
años el Hijo de Dios quiso venir a este mundo y no encontraba un lugar donde
nacer, y tuvo que ser en una posada. Esta Navidad muchos han tenido por techo
el cielo y otros por posada una escuela, una iglesia, un refugio, un hospital,
la casa de familiares o amigos… Indigentes en las calles, damnificados por
huracanes, migrantes, enfermos en UCI… encarnando al mismo Jesús.
La escena y
la historia se vuelve a repetir… cientos de miles de personas en el mundo han
pasado la Noche Buena fuera de casa por razones ajenas a su voluntad. Otro año
más muchos vivieron la noche en la que conmemoramos el nacimiento de Jesús en
condiciones infrahumanas, lejos de su tierra natal o sin contar con la
presencia cercana de personas queridas. Esto nos hace valorar más el derecho a
una casa donde poder vivir dignamente y en compañía de quienes queremos.
Más allá de
la tradición popular de las posadas en las que cantamos villancicos, los niños
se visten de angelitos y representan a María y José, y se va de casa en casa
hasta que alguien abre la puerta e invita a pasar… más allá de las figuritas,
el musgo, el serrín y las luces de colores… hay una historia que sucedió y que
sigue haciéndose viva año tras año. Jesús que viene a darlo todo, sigue sin
encontrar posada en nuestro corazón y en nuestra casa. ¿Cómo responder con
nuestra vida a esta realidad?.
Rescatemos el Misterio del nacimiento cargado de tantos mensajes que podemos aplicar a nuestra vida. Él nos sigue hablando a través de todo y de todos. Contemplemos el “Belén” con la inocencia de los niños y tratemos de escuchar qué es lo que en este momento nos dice.
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