En
todos hay anhelo de un amor fiel. Mayor es aún si se ha sufrido el fracaso o la
decepción en alguna relación por la falta de compromiso o entrega de la otra
parte. Lo cierto es que existe ese amor fiel y ha permanecido siempre “a pesar
de…”. Es un amor que supera nuestro entendimiento, que rompe todos nuestros
esquemas… porque siempre es mayor que el nuestro. Es un amor valiente,
generoso…un amor en el que no existe la mentira, un amor que disculpa todo, que
espera, que acompaña, que rescata, que se entrega sin medida, que no defrauda,
que confía… que permanece.
El
problema es que no siempre somos conscientes de ese Amor, no lo agradecemos, no
llegamos a creérnoslo… y por lo tanto no respondemos. Hacemos de las cosas o de
nosotros mismos el centro, nos acomodamos, nos distraemos con “lo del mundo”,
mantenemos relaciones que, lejos de ayudarnos a crecer, nos alejan de la verdad
y el camino, buscamos seguridades donde apoyarnos, descuidamos nuestra salud,
vivimos ajenos al dolor y sufrimiento ajenos…
Nada
ni nadie puede separarnos del amor de Dios pero somos libres para optar
por cerrarnos a ese amor. No va a dejar
de amarnos pero dejaremos de sentirlo si agarramos otros rumbos y nos
distraemos en las cosas e insinuaciones del mundo. Su amor siempre será fiel
pero nuestro querer o interés tal vez esté enfocado en buscar aprobación,
placer, dinero, seguridades, éxito, bienestar… Mientras no nos miremos,
mientras nuestros ojos estén enfocados en otra dirección, no habrá encuentro.
No
es fácil ser fiel y peor, como dice una amiga muy querida, a quien no vemos. ¿Lo
deseamos realmente? Si es así necesitaremos pedir la gracia de ser fieles y
poner los medios para responder con amor al Amor. Nunca será proporcional
porque somos infinitamente más pequeños y nuestra dimensión humana nos llevará
a fallar y caer una y otra vez. Lo más importante es no desanimarnos.
Levantarnos las veces que haga falta, perseverar, avivar el deseo de entrega…
Dejarle ser, dejarle hacer…
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