Sólo cuando somos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra
dependencia (al ver que todo no lo podemos), de nuestro deterioro por la edad
(enfermedades, cansancio físico)…, de nuestra incapacidad (no todo lo podemos
controlar…), de nuestra pobreza (nada nos pertenece), de nuestra nada (todo es
obra de la gracia)… Sólo entonces nos vemos y sentimos pequeños, y si tenemos
fe nos puede llevar por dos senderos:
Enojarnos, pedir cuentas, quejarnos al Dios en el que creemos,
adjudicándole ser el causante de todos nuestros dolores y sufrimientos.
Atribuirle la responsabilidad y alejarnos de Él, a la vez que se acrecienta aún
más nuestro vacío, tristeza, malestar. ¿Cómo poder ver en “Quien todo lo hizo
bien” (creación) y en “Quien pasó su vida haciendo el bien” (sanación,
misericordia, compasión…), al protagonista de todos los males que nos aquejan?.
El otro camino es tomar la determinación de buscarle y acercarnos
a Él pero no persiguiendo que elimine
“eso” que nos perturba o angustia sino únicamente deseando unirnos a Él que se
abajó para encontrarse con nosotros en nuestras heridas, fragilidad y pecado.
Y es que… difícilmente le vamos a encontrar, nos vamos a unir a
Él, si seguimos buscándolo en las alturas. Siendo conscientes de nuestra
pequeñez y en consecuencia de nuestra necesidad y dependencia de su gracia, es
como podemos unirnos a Él. ¿Para qué entonces crecer si eso nos va a convertir
en personas autosuficientes que se asientan en sus propias seguridades,
cualidades, conocimientos, méritos…?
Mientras nos apoyemos en lo que hacemos bien, en nuestras
capacidades, en las alabanzas de los otros, en los éxitos cosechados, en las
personas que nos quieren… seguiremos creciditos o creciendo cada vez más y más.
Se abajó encarnándose en un ser frágil y vulnerable. No lo hizo para
que crezcamos y nos perdamos buscándolo en la perfección o en las nubes,
tampoco en las obras. Es en la pequeñez y la pobreza, ajena y propia, donde
podemos encontrarlo. No hay que recorrer un largo trayecto, tampoco hacer cosas
extraordinarias.
Benditas circunstancias que nos hacen caer en la cuenta de nuestra
pequeñez y a la vez de nuestra necesidad y dependencia de quien nos ha creado y
ama. En vez de quejarnos y renegar, tendríamos que buscar ser cada vez más
pequeños, alegrarnos de ser cada vez más chiquitos y agradecerlo. Reconociendo
nuestra nada, lo poco que somos y podemos, estaremos unidos a Él y lo
esperaremos todo de Él.
O tal vez practicando la naturalidad, sin artificios ni falsas apariencias.
ResponderEliminar🙏
ResponderEliminarDios es grande y maravilloso 🙏🙏
ResponderEliminarHoy me doy cuenta que perder la intimidad con Dios, la vida no tiene sentido. Que perdido me siento en los ruidos del mundo. Gracias por esta hermosa reflexión que me lleva a seguirle a pesar de mis debilidades.
ResponderEliminarGracias Gloria. Hoy te superaste!!!
ResponderEliminarPero cuanto cuesta a los "seguidores de ese Señor" aceptar con paz y alegria las propias limitaciones...
Ay Señor. Cuando aprenderemos.