Pasar por dificultades, tener preocupaciones, no encontrar el
rumbo… no habla de ausencia ni despreocupación de Dios por nosotros.
Tener fe, creer, confiar en el Señor, tampoco habla de que no nos
duelan los acontecimientos, de no tener dudas en ciertos momentos, de estar
siempre feliz, de verlo todo claro, de percibir en todo momento su Presencia…
Y si la fe no nos evita las situaciones adversas o los
sentimientos que éstas pueden generarnos ¿ayuda tener fe?.
Ante los acontecimientos que calificamos negativos tendemos a
apoyarnos en algo o en alguien pero ¿hay algo en lo que nos podamos apoyar que
tengamos la garantía de que siempre va a estar y va a ser nuestro sostén?. Las
personas cambian, incluso con el tiempo desaparecen de nuestra vida. Las cosas las
tenemos hoy y mañana las perdemos. Los trabajos hoy en día son en su mayoría de
carácter temporal. La juventud pasa. La salud se agrava de vez en cuando y en
ocasiones de forma crónica… Cimentar nuestra vida sobre aquello que es
perecedero nos acrecienta el miedo a perderlo algún día y a sufrir cuando ya no
lo contemos en nuestro haber. Por el contrario, Dios permanece en el tiempo e
independientemente de las circunstancias favorables o adversas. Aunque todos
los otros pilares se desmoronen, Él nos va a continuar sosteniendo. ¿Dónde o en
quién está puesta nuestra confianza, nuestra seguridad, nuestra vida?.
Os animo a escuchar el testimonio de un joven en las redes
sociales. Se trata de Pablo María que a los 21 años ha hecho su profesión de fe
como carmelita unos meses antes de su esperado fallecimiento. Un joven sin
miedo a la muerte.
Imponente testimonio de aceptación y asunción serena del final y de sus causas. ¡Qué certidumbre la que alumbra a este joven! , y que genera en él tanta paz íntima. El dolor, afirma el budismo, es vehículo de conciencia; dándonos a entender que en el sufrimiento está implícita la enseñanza que nos permitirá evolucionar y crecer como personas.
ResponderEliminarVamos a intentarlo.