Me preguntaba el otro día un joven si Dios estaría contento con él
y con el trabajo que tenía. Me sonreí pero insistió en que le respondiera. Respecto
al trabajo le dije que toda tarea en el trabajo la hiciera con amor y dándolo
todo y en cuanto al amor de Dios que no dudara, que le quería mucho. Esos ojos
negros y brillantes me atravesaron, ¡qué ojos de felicidad!. Todavía como para
cerciorarse más me preguntó: “¿De
verdad?”. “De verdad” – le contesté. “Créelo, te ama mucho”. Salió por la
puerta feliz y a mí me quedó ese mismo poso de felicidad en mi interior.
El acento no ha de ser otro que el AMOR, nunca el ego con todo lo
que cree poder, saber o hacer. Tener la mirada fija en Él, hacerlo todo por Él,
vivirlo todo desde el amor.
El día de mañana el Señor no nos va a pedir cuenta de nuestras
obras, de nuestro expediente académico, de los seguidores que hayamos tenido,
de lo que conseguimos… Todo lo que se cruce en nuestro camino no será otra cosa
que medio para amar pero nunca un fin. El
acento en el amor en todo lo que vivimos, allá donde estamos. Solo así
podremos hacer frente a las adversidades y a los reveses de aquellos a quienes
no simpatizamos tanto. Esto nos recuerda de dónde venimos, a quién pertenecemos
y quién nos va a contar siempre entre sus predilectos.
Gracias Gloria.saludos
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