martes, 28 de noviembre de 2023
“AL FINAL DE LA VIDA…”
No era uno de esos días en los que las mujeres estamos más sensibles a
todo cuanto acontece pero sucedió algo que me hizo derramar lágrimas.
Estaba tomando un café cuando llegó un hombre de mi edad. Se pidió dos
grandes pinchos de tortilla y un vaso de agua y se sentó en la mesa de al lado.
Al ratito se sentó otro delante de él que, por el parecido, tenía que ser su
hermano. Quedaron los dos frente a mí así que era imposible no contemplar la
escena. No cruzaron una palabra. Mientras uno comía y enredaba con el móvil,
los ojos del otro, que se percibía que tenía alguna discapacidad intelectual, iban
de la comida a la cara de su hermano y viceversa.
No sé por qué no compartió su comida, tal vez ya había desayunado el
hermano, o quizá no tenía hambre, o no podía comer de eso… a saber… pero me dio
tanta tristeza la escena que mis ojos pasaron de aguarse a generar lágrimas y
¿quién se dio cuenta?. La cafetería estaba llena pero la gente andaba distraída
hablando, comiendo… solo hubo una persona que se percató de mis lágrimas. En un
momento, el discapacitado giró la cabeza y sus ojos se clavaron en los míos, no
dejaba de mirarme, solo pude sonreír mientras seguía derramando lágrimas.
Todo esto para compartir algo que escuché en la homilía del domingo. Al
final de la vida… no nos preguntarán si fuimos de izquierdas o de derechas, de
arriba o de abajo, tampoco por las obras, las hazañas, los sacrificios… El
examen será sobre las actitudes con los otros y nuestro juicio lo estamos
firmando ya con ellas.
Es en el día a día, momento a momento, donde se presenta el desafío de
tener una u otra actitud para con nuestro prójimo.
Podemos hacer muchas y muy buenas cosas, podemos lograr grandes metas,
realizar proyectos extraordinarios… podemos ser aplaudidos, tener éxito, ser
reconocidos y valorados… pero si en lo pequeño, si en las relaciones de todos
los días, si en lo cotidiano, nos perdemos por priorizar nuestros intereses,
nuestras formas, nuestras ideas, nuestros tiempos, nuestros afectos… de nada
nos sirve.
Las actitudes, las actitudes… eso es lo principal. “Si no tengo amor…”.
Nos pierden las formas: Las malas contestaciones, elevar el tono de voz,
los comentarios despectivos o descalificativos, los juicios… Nos pierde el
querer imponer nuestra opinión, el tratar de justificar o no aceptar nuestros
errores o equivocaciones, el priorizar nuestros quereres e intereses, el no
compartir lo que somos y tenemos, la mentira, el no pedir perdón cuando herimos
al otro…
Al final de la vida… Revisémonos mejor al final de cada día para tomar
conciencia de nuestras faltas de amor y tratar de mejorar en aquellos aspectos
que necesitan ser más trabajados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Si, Gloria, al final de la vida se nos examinará del amor. Pero, mejor si aquí nos vamos examinando, de esta asignatura, en el día a día. Gracias.
ResponderEliminarGracias querida Gloria.
ResponderEliminarHermosa reflexión. Sin la humildad y el amor no somos nada. El orgullo y la soberbia nos lleva a la destrucción.
ResponderEliminarNos... mejor, me pierden las formas el creerme tener la verdad y querer imponer mi opinión. Gracias Gloria.
ResponderEliminarSin duda, todos nos pasa como en el capítulo 5, 27 de Daniel en el tema del amor, a todos nos falta peso; cuantas veces hemos estado con nuestros amigos(@) de cuerpo presente y alma ausente y lo peor del caso es que creemos que los demas no se enteran. Que Dios nos de su gracia para reconocer nuestras faltas de amor a Dios, en la persona del prójimo
ResponderEliminar