El
otro día quemé el secador de pelo. Todos los aparatos que tenemos en casa,
tienen un tiempo cada vez más corto de vida. Al mercado le interesa que los
usemos y los botemos, cuanto más rápido mejor, para consumir más y más
El
secador, el televisor, el radio, el tostador, el microondas… todos necesitan
ser conectados para tener vida. Cuando nos cortan la energía
tenemos que esperar, por mientras no sirven para nada
¿Has
reparado en la diferencia entre nuestro cuerpo y el de las máquinas? Tenemos
una batería, que es el corazón, el día que se pare hasta ahí habremos
llegado. Pero ¿A dónde o a qué nos conectamos para seguir funcionando? ¿Qué o
quién nos da la vida? ¿Quién mora en mí? ¿Quién trabaja en mí? ¿Quién me
sostiene? Haya o no energía… sea verano o invierno… tengamos o no salud…
estemos despiertos o dormidos… nuestro motor, al que llamamos corazón, sigue trabajando. ¿No es acaso un
milagro? ¿Cómo explica esto alguien que no cree?
La
vida en sí es un milagro que ni la razón ni la ciencia pueden explicar. ¿Soy
consciente del Dios que me habita y me permite ser? ¿Llegar a los 15, 30, 50 o
75 años depende de que lo merezca o es un don? ¿Lo agradezco? ¿Estoy cumpliendo
con mi misión o soy un simple espectador? ¿Estoy funcionando al cien o solo en
un pequeño porcentaje de mis posibilidades?
Mi secador de pelo se quemó después
de un tiempo de cumplir su función… Y yo… ¿estoy cumpliendo mi misión? La vida
es para darla, entregarla… de no ser así no habrá llegado a su plenitud. La
decisión es personal.
Señor Jesús, ensñame a dar mi vida para la construcción de tu Reino y poder así cumplir mi misión conectada a Ti.
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