Se me ha
regalado la vida, solo una vida. No puedo perder el tiempo, es demasiado corta,
los años pasan rápido. Puedo escoger entre tres opciones:
1.- Me busco y
busco todo aquello que pueda aportarme felicidad tal y como el mundo y la
sociedad me quiere hacer creer: títulos, un buen trabajo, una casa con todas
las comodidades, diversión, placer, tener cada vez más, ser reconocido, ser
popular, ser admirado… Cuando llegue mi final y mire para atrás, tal vez con
suerte caiga en la cuenta de lo perdido que anduve y sentiré: tristeza al
pensar que nada de todo eso podré llevarme… a la vez que un gran vacío en mi
corazón
2.- Seguir a
Jesús pero sin entregar mi vida por completo porque hay “cosas” a las que no
quiero renunciar. Puede autojustificarme, de todas formas, “tampoco es malo
tener algún apego, alguna adicción o darse de vez en cuando un gusto, si lo
contraresto con ir a misa y tener algún compromiso personal y/o social”. Lo que
hago así es tratar de mantener la conciencia tranquila pero me estoy engañando
porque en el fondo sirvo a dos señores, o a más.
Si sientes una
vocecita en tu interior que te deja intranquilo, ponle atención
3.- La vida es
para darla al cien, sin reservas, sin peros, sin excusas, sin justificaciones.
“El que pierda su vida por mí, se salvará”. Acá solo cabe el entregar la vida…
ya no hay apegos, “yo”… Esto es lo único que puede llenar nuestro pobre
corazón. Y digo “pobre” porque es tan vulnerable a los enredos y seducciones de
este mundo que solo con nuestro deseo de entregar la vida no es suficiente.
Necesitamos poner los medios y pedir la gracia de Dios para que nuestro corazón
se transforme en un corazón de carne como el de Cristo. Un corazón capaz de
vivir, estar, sentir y actuar como Él lo hizo
La elección es
personal pero la decisión no puede esperar, mañana puede ser muy tarde.
Gracias, Gloria, Excelente Reflexión, nos a pegamos muchas veces a vacíos que después nos sentimos peor... 😥
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