No somos dueños ni
propietarios de nada, ni siquiera de nuestra propia vida. Sufrimos en la medida
que nos creemos poseedores de lo que no nos pertenece por miedo a perderlo pero
también por aquello que desearíamos poseer y no tenemos. Y la verdad, todos la
conocemos: “Todo es pasajero, transitorio… todo pasa”.
Creernos dueños de “…”
nos produce angustia, ansiedad, depresión… y nos impide ser felices
El Señor nos concede
cualidades, habilidades… pone a nuestra disposición cosas, la naturaleza… nos
regala compañer@s de camino… Todos medios desde los cuales y con los cuales
poder amarle y servirle. Pobres de nosotr@s si hacemos de nuestro trabajo, o de
nuestras cosas, o de los frutos cosechados, o incluso de nosotros mismos, el
centro y fin de todo.
Que recordemos siempre
quien es el dador, el dueño y Señor de todo, el Creador. Que todo pasa y nada
permanece. Que es inútil aferrarse a lo que perece, que es necedad poner
nuestra felicidad en lo que tarde o
temprano desaparecerá. Que tan solo somos administradores de lo que se nos ha
dado.
Que recordemos nuestra
verdad de seres finitos. Que vivamos indiferentes, desapegad@s a todo lo creado
Y es que… “Solo un
corazón libre, un corazón centrado y apoyado en Dios es feliz”.
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