Nos decimos ser Hijos de Dios pero cómo nos cuesta vernos y
más aún tratarnos como hermanos.
¿Nos cuesta ver la bondad en los otros, lo que hay de Dios
en ellos?
¿Los sentimos como amenazas, competidores, seres de los que
podemos obtener alguna utilidad?
¿O los percibimos como el regalo que son, como complemento
nuestro, como necesarios en nuestro desarrollo y
crecimiento integral?
Todos somos importantes, cada uno con su función, insustituibles.
Piezas de un mismo rompecabezas que debemos armar para completar la obra.
Teclas de un mismo piano, cada una con un sonido particular y único.
Aportamos nuestra singularidad, nuestro color, nuestra
creatividad, nuestra música… y juntos formamos un todo
Aprendamos a valorar a los otros no por lo que hacen o
dicen, no por el beneficio o provecho que podamos sacar de ellos, no porque
respondan a nuestras necesidades… aprendamos a valorarlos porque han sido
creados por el mismo Padre y tan amados por Él como cada uno de nosotros. Cada
uno es un regalo de Dios para los demás. No se entiende la rivalidad, la
manipulación, el maltrato, la sumisión… si me considero hij@ de Dios
Que nos miremos y tratemos como verdader@s herman@s, hij@s
de un mismo Padre, igualmente amad@s, sostenid@s, elegid@s, perdonad@s,
valios@s y únic@s.
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