Antes
de la comunión decimos: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una
palabra tuya bastará para sanarme”. Yo no sé qué te dice esto pero te voy a
contar mi experiencia al respecto de esta corta pero profunda oración
Al
principio pienso que recitaba estas palabras, como cualquier otra oración
hecha, sin poner atención a lo que decía. Después llegó la toma de conciencia
pero sin más. Posteriormente hubo un tiempo en que mi orgullo se impuso y me
enojé contra esta fórmula porque: Yo me creía digna de que el Señor me amara,
me creía merecedora… vamos, algo así como que tenía todo el derecho del mundo a
que Dios me amara, ¿acaso no soy su hija, por qué no voy a ser digna entonces?.
Después de tanto camino recorrido, ahora digo estas palabras con reverencia y
respeto, con la humildad de quien se siente pequeña y una nada, con la
vergüenza de quien reconoce su propia miseria y pobreza, pero también con la
confianza de quien se sabe amada y aceptada por un Dios que quiere colmarme de
su amor si se lo permito.
En
la medida que me sienta digna, seré mi propio centro, todo lo que haga o
conquiste lo atribuiré a mi esfuerzo, no le dejaré hacer, seré mi propio “dios”.
Solo reconociendo mi debilidad y fragilidad, y que todo es gracia, puede: manifestarse la grandeza de Dios, sanarme, darme vida plena.
Dios no permita a este humilde e inútil servidor, caer en la creencia de ser merecedor por mis meritos, cuando en realidad nada soy sin Él.
ResponderEliminarGracias Gloria
Gracias Gloria linda reflexión
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