Todos pasamos por momentos de oscuridad o por situaciones en las que la tormenta hace tambalear nuestras seguridades o proyectos. ¿Dónde o a quién nos agarramos?.
No
faltan las veces en las que gritamos o alargamos el brazo pidiendo ayuda pero,
cuando conseguimos lo anhelado, nos colgamos las medallas como si todo hubiese
sido obra nuestra. Realmente, ¿A qué o a quién atribuimos el mérito de que la
luz vuelva a brillar y la calma llegue a nuestras vidas?. ¿A nuestro esfuerzo y
determinación, a nuestras capacidades…?. ¿Acaso no es el Señor que con su Amor
providencial está atento a nuestras circunstancias y busca encontrarse con
nosotros por medio de ellas?.
Si el
sol comienza a abrirse camino entre las nubes, si la tormenta se va calmando,
es porque así lo quiere, es por el amor que nos tiene.
La
barca que tememos que se hunda, la vida que nos asusta perder, los hemos
convertido en fines pero son tan solo medios a los que nos aferramos y que bien
sabemos que no lo son todo y que llegaremos tarde o temprano a perderlos. Olvidamos
dónde mirar, quién es el centro, quien es el único que permanece y puede devolver
la calma a nuestra vida.
Amén 🙏😇
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