¡Qué difícil eso de la obediencia!. Se complica aún más cuando
sabes que la otra persona se está aprovechando de ti, o se está riendo de ti a
la cara, o se cree que eres tonto y no te das cuenta. Es inevitable que el ego
quiera reaccionar, unas veces imponiéndose y otras huyendo. Pero ni de una
manera ni de otra encontramos paz en nuestro interior.
Cuando se presentan esas situaciones difíciles en las que sientes
que te quieren aplastar o realmente lo hacen: Utiliza los medios a tu alcance
(defendiendo tus derechos pero sin hacer daño a otros), y si no logras tu
objetivo es mejor aceptar humildemente, callar y hacer lo que te digan. Parece
que así pierdes la batalla pero en realidad la ganas. Sitúate en el lugar
correspondiente y cae en la cuenta de a quién le dices “Sí” y por quién lo
haces.
Doblegar el ego… no porque sí, no por sumisión, no por quedar
bien, no por miedo. Doblegar la voluntad (el propio querer, interés, apetencia,
gusto…) a Su Voluntad. Por Él… solo por Él. Todo un acto de humildad que nos
acerca más a Dios.
Hoy Jesús le pregunta a Pedro hasta tres veces: “¿Me amas?”. Aquel le responde: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Y a
esta afirmación Jesús contesta con una invitación: “Apacienta mis ovejas”. Dejemos resonar la pregunta de Jesús en
nuestro corazón: “¿Me amas?”. Ahí ya
no caben excusas, quejas… ¿Qué respuesta dar a eso que me están pidiendo que
haga y a lo que tanto me resisto?. Si realmente le quiero, solo queda callar y
responder a ese amor con la vida, con lo que somos y tenemos. Es el único
camino para encontrar la paz.
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