Se critica muchas veces a la iglesia y se le tacha de anticuada,
de haberse quedado atrás. “Si se
modernizara a lo mejor serían más los creyentes” – dicen algunos. “Es que todo en ella es muy aburrido” –
dicen otros. Quizás es porque ponemos los ojos y la mirada en determinados
aspectos que no son más que pinceladas de un gran cuadro atravesado en cada
color y punto por el Amor.
Solo hay un mensaje, solo hay un mandamiento, solo hay un Dios
Amor, solo se nos pide amar. ¿Cómo puede la iglesia actualizarse en el amor?. La
invitación es más que clara: “AMA”. El
amor es el mismo ayer, hoy y siempre. Quien ama no se complica la existencia,
no pone su atención en las formas o en los medios, no se queja tanto… Quien ama
fija su mirada en quien le ama y hace del amor el lema de su vida.
No es tanto que la Iglesia tenga que actualizarse sino quienes nos
llamamos cristianos: Viviendo el mensaje, respondiendo a la invitación,
haciendo del amor el centro de nuestra vida. Quizás la raíz del problema es que
no queremos escuchar aquello de “Amaos
como Yo os he amado”. Natural, eso implica salir de sí, renunciar, ceder… Y
si no estamos dispuestos, mejor nos defendemos argumentando razones o atacamos
señalando los que a nuestro criterio son defectos.
Ser, estar, hacer, relacionarnos… todo desde el amor y por amor.
Dentro y fuera de los templos, en el hogar y en la calle, en el trabajo y en el
ocio. Cada día un poco más humanos y hermanos para hacer de este mundo un lugar
habitable.
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