Hay muchas cosas que no entiendo, quizás demasiadas, pero no me
crea malestar, frustración, impotencia… Es inevitable que en el camino surjan
dudas, confusión… Incluso hay momentos en los que parece como que se avanzara
en una oscuridad muy densa, como que se fuera a la deriva, o con esa sensación
de ir solo y sin apoyo alguno. ¿Qué poder hacer si no abandonarse o rendirse al Misterio?.
“Rendirse al Misterio”. Esta frase
quedó resonando el otro día en mí. Sólo la fe permite realizar un acto de
abandono ante un Misterio que sabemos que es Amor y Misericordia pero ante el
que muchas veces nos resistimos queriendo abarcarlo con nuestra corta y
limitada razón. Misterio ante el que es necesario callar. Misterio que es
preciso acoger.
Afirmaba el otro día un sacerdote en unas comuniones: “Estos niños sí que tienen fe, ¿Sabéis por qué lo digo? Porque ellos no ponen obstáculos al Espíritu”. ¿Cuántas veces, diciendo tener fe, limitamos la acción del Espíritu argumentando y justificando nuestras acciones u omisiones?. Somos capaces de pronunciar frases lapidarias: “Siempre se ha hecho así”; “Yo nunca haría eso”; “Nunca volvería a aquello”;… Anclados en nuestros esquemas, proyectos… a veces muy santos, ajustamos la voluntad de Dios a la nuestra viviendo una religiosidad a nuestra manera y cerrándonos a la acción del Espíritu, al Misterio.
Rendirse al Misterio supone también estar atentos, abiertos, dejarnos sorprender y
llevar, confiar en que se está en buenas manos, en que todo sucede en su
momento y según más nos conviene.
Callar… Acoger… Abandonarse y confiar.
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