¿Quién
no se ha sorprendido alguna vez criticando a alguien? ¿En qué se basan nuestros
juicios? ¿Cuáles son nuestros parámetros sobre lo que está bien o no, lo que es
justo o no…? ¿En qué nos centramos a la hora de hablar: en lo que ha hecho o
dicho esa persona, en su forma de estar, en su comportamiento…?
Tristemente
la mayoría de las veces por no decir todas, y mientras andamos como ciegos por
el camino, nos quedamos con lo externo y nos olvidamos de la persona.
A
los fariseos les encantaba señalar las faltas, obsesionados por los errores y
caídas de los demás. Para ellos su centro era la norma, el cumplimiento, las
leyes… Jesús mira más allá, para Él lo que importa es la persona, sus
necesidades, su sufrimiento…
Nuestra
forma de mirar a los otros también nos habla de la imagen que tenemos de Dios.
Si somos críticos y fácilmente sentenciamos según nuestro barómetro, el “dios”
en el que creemos es un juez muy humano y poco divino. Si nos enfocamos en las
faltas y pecados y se convierten en un tormento, nuestro “dios” es aquel que
premia a los buenos y castiga a los malos. Si juzgamos a los otros en función
de lo que hacen o dejan de hacer, nuestro “dios” es aquel que nos exige
méritos, sacrificios y caemos en el activismo y en el estar comprometidos en
todo… Si vemos en el otro a un ser vulnerable, limitado, necesitado… “a pesar
de…”, es porque creemos en el Dios de Jesús que es capaz de “ver más allá”
porque le importa y ama a cada persona
Esos
otros, a quienes señalamos, están hechos de la misma materia que nosotros. No
vamos a justificar comportamientos que van en contra de la dignidad y la vida
de las personas pero si mirar y actuar con compasión y misericordia, más allá
de los hechos, a cada uno que se cruce en nuestro camino… como Jesús miraría,
como Jesús haría.
Es muy aleccionadora ésta reflexión. Donde nos recuerda... Ponerse siempre en el lugar del otro antes de juzgar y condenar.
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