Seguramente
hacemos buenas y muy santas obras pero en ellas hay un grave peligro o
tentación: “Que por medio de ellas hagamos mucho ruido para que nos vean y
aplaudan”
Los
ricos echaron muchas monedas… la viuda tan solo dos moneditas… Jesús se fijó en
este detalle. No nos vamos a centrar hoy en quién dio más pues todos conocemos la
historia y la enseñanza. Vamos a poner la atención en la intención o actitud de
cada uno para cuestionarnos sobre nuestra forma de dar, hacer, servir…
Los
ricos querían que se viera lo que hacían, y que se valorara, y que se admirara,
y que se aplaudiera… La pobre viuda dio y se dio sin reparar en las miradas o
en las habladurías de los otros, tenía bien claro su centro, su fin.
¿Nos gusta que todo el mundo se entere de lo que hacemos? ¿Nos vanagloriamos y nos crecemos con nuestras “buenas obras”? ¿Nos llevan nuestras acciones a convertirnos en jueces de quienes no responden o no se comprometen como nosotros? ¿Justificamos nuestro valor con nuestro hacer? ¿Nos buscamos en el servicio? ¿Esperamos recompensa de los otros o de Dios?
¿O
por el contrario somos, como la pobre viuda, de los que en silencio y de manera
escondida apoyamos, acompañamos, escuchamos, ayudamos, trabajamos…?
¿Cuál
es el origen de ese darnos? ¿De dónde brotan nuestras acciones: cumplimiento,
obligación, miedo, exigencia… o amor?
¿Cuál
es el fin de nuestras obras: que nos vean, que nos valoren, que nos aplaudan,
que nos quieran… o el mismo Dios? ¿Quién es nuestro público? ¿Para quién
vivimos y hacemos lo que hacemos?
Dichos@
tú si tus obras, actos, gestos, palabras… tienen como origen y destino al Amor
De
Él y para Él… sin esperar… tan solo movidos por el amor y buscando amar.
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