miércoles, 9 de marzo de 2022

“ENTREGAR EL REINO DEL YO”

 

Llevo días, por no decir años, a vueltas con una palabra queriendo llegar a entender la profundidad del mensaje que encierra. Entregar, entregarse, entrega…

Hace años coincidí con una franciscana en un retiro de ocho días de Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Una de las noches nos compartió que todavía no se había entregado al Señor. Yo me quedé mirándola a la vez que pensaba: “Pero si es franciscana, si lo ha dejado todo, ¿Qué le falta?”. Me sentí muy chiquita.

No “por circunstancias de la vida”, ni “por casualidad”, sino por pura gracia y providencia de Dios, últimamente me está resonando con fuerza otra vez esto de entregarse. Me ha aparecido en un libro, en las clases de espiritualidad, en las Moradas de Santa Teresa… y esta semana nos proponen meditar la historia del joven rico

Esta mañana en mi oración comprendí algo que quiero compartir contigo, aunque seguro que llegaste a esto hace tiempo, o quizás te parece una nimiedad pero para mí ha sido iluminador. Confieso que soy “un poco lenta” para caer en la cuenta de ciertas verdades.

El joven del evangelio era bueno, cumplidor, servicial, comprometido, piadoso… seguramente respetado y admirado por su conducta intachable… Según su idea de Dios sentía que respondía y que estaba en el camino. Un día se encontró con Jesús. Jesús le amaba tanto que deseaba su felicidad y por eso le invitó: a soltar la carga y a renunciar a su reino… Jesús le invitó a ENTREGARSE (poner su confianza solo en Dios, ser libre frente a todo lo creado, permitir que Dios fuera el protagonista de su propia historia…). Y claro… no era empresa fácil… demasiado tiempo siguiendo unos patrones y esquemas… Es más sencillo cumplir, ayudar, tener algún compromiso en favor de otros, rezar, participar en una novena… hacer, hacer, hacer…

La situación sigue repitiéndose dos mil años después. Entregamos nuestro tiempo, ponemos los dones al servicio de los otros, nos quedamos con la conciencia tranquila… pero continuamos viviendo en el reino del yo (yo puedo, yo sé, yo quiero, yo tengo las cualidades, yo llevo haciéndolo muchos años… a mí me gusta ayudar, yo necesito…). Yo, yo, yo, yo… Y seguimos respondiendo a nuestros intereses, a un “dios” proyectado en nuestra imaginación…

La entrega no tiene que ver solo con el decir sí a una vocación, con el hacer… con lo que se ve, con lo que es tangible… La entrega así entendida es pura ascesis, ejercicio de nuestra voluntad, se vive hacia afuera. Es algo bueno pero no suficiente. Se nos invita dar otro paso para poder seguir avanzando en el camino. La entrega tiene otra vertiente que tiene relación con la disposición del corazón y supone renuncia, abandono, humildad, dejarse hacer, soltar el control…

Sin renunciar al “reino del yo” podremos seguir haciendo muchas cosas buenas y piadosas, ayudar a infinidad de personas pero nos estancaremos. Continuaremos alimentando nuestro ego, seguiremos reinando en nuestro palacio pero no caminaremos tras Jesús

El joven continuó siendo muy buena gente pero el rey de su vida y así no se puede seguir a Jesús. ¿Y nosotros? ¿Realmente deseamos entregarnos y ceder el trono, o preferimos seguir como hasta ahora por miedo a complicarnos la vida, a lo desconocido, a…?.

“Sígueme” es una invitación a estar en continuo avance, a caminar… Jesús es el Camino… si por nosotros mismos no podemos pero queremos ¿por qué no pedir la gracia de que Él pueda reinar en nuestras pobres vidas?

 

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