Quien más quien menos ha vivido situaciones y acontecimientos en su
vida a los que se ha resistido, de los que ha querido huir, que no ha querido
aceptar. Cómo nos cuesta abandonarnos ciega y enteramente a Él, a su voluntad.
Quizás eso que no nos gustaba, que no queríamos, era un medio de gracia, de
sanación, de salvación, de encuentro personal con el Señor. Quizás eso era lo
que más nos convenía, aunque no fuera lo más fácil, lo más gratificante, lo más
vistoso, lo más aplaudido.
Buscamos y deseamos hacer la voluntad de Dios construyendo
castillos en el aire y soñando con escenarios utópicos, y dejamos de responder
a la realidad presente y a lo que se nos pide en cada momento. Y si lo hacemos
tal vez surge en nosotros el sentimiento de culpa, de tristeza, de frustración
porque no se corresponde con la idea que nos habíamos construido de lo que
podía ser su voluntad para nuestras vidas.
Tiene mucho que ofrecernos, quiere dárnoslo todo, pero… nos ciegan
nuestros razonamientos y creencias, nos turba el cansancio físico y emocional,
nos cuesta creer que “eso” pueda ser algo querido por Dios y lo que más bien
nos va a hacer, no soportamos tener que humillarnos, humanamente nos vemos muy
pequeños, surgen los miedos, no terminamos de rendirnos…
Querer lo que Él quiere.
Amar y entregarnos por amor, desinteresadamente… Aunque nos
sintamos incapaces, frágiles, débiles… Tal y como somos y con lo que tenemos. Y
por supuesto sin expectativas, que nuestra única motivación sea amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario