Él
está siempre ahí: en el descanso y en el hacer, en los acontecimientos, en todo
lo que vivimos… en el tiempo de oración y mientras lavamos la ropa, en la
Eucaristía y al hacer la comida, cuando coordinamos un grupo o preparamos un
tema…
Él
está siempre ahí…
…
y nos habla a través de todo
…
y le podemos amar y servir a través de todo y de todos
Nada
tiene “más valor que…”: Ni el hacer tiene más valor que el descanso, ni el servicio que la
oración, ni el visitar a un enfermo que hacer las tareas con los niños… ni el
dar clase que cuidar a un anciano dependiente, ni el elegir una vocación u
otra. Hay que ir más allá… mirar más allá… Quien compara es nuestro ego. Quien
da valor a lo que vivimos o hacemos es nuestro ego. Hay una realidad más allá
de toda comparación, valoración… y es que “Él está siempre ahí”
Nuestra
preocupación no tiene que ser tanto externa o racional… Lo fundamental es caer
en la cuenta de que no estamos solos y que todo momento e instante es único y
una oportunidad para amar y servir. En esa situación que acontece, en esa
actividad rutinaria y monótona, en ese encuentro inesperado y desagradable, en
ese suceso que nos hace tambalear… “Él siempre está ahí” y puedo amar y servir
“Él
siempre está ahí”… Está, nos acompaña, nos ama
Solo tenemos que seguirle
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