Ojalá esta situación que nos está tocando vivir
nos sirva para aprender algo y valorar lo realmente importante en nuestras
vidas
¿Te
has parado a pensar cuántas cosas te sobran en este momento?
¿Para qué te
sirve el dinero almacenado en el banco?
¿Para qué tanta
ropa en el armario?
¿Qué puedes
hacer ahora con tus triunfos y éxitos?
¿En qué te
ayuda la decoración de tu casa?
¿Acaso no es
más saludable comer lo que tú cocinas que en la calle?
¿Con quién
mejor que con tu familia para compartir, disfrutar y pasar el día?
¿Realmente eras
feliz con tu trabajo, con tus compromisos, con tu forma de administrar tu
tiempo?
Ojalá nos
detengamos a reflexionar sobre nuestras pobres y, muchas veces, superficiales
vidas, nuestra forma de estar, nuestra forma de ser, de relacionarnos con los
otros, con las cosas y la creación, nuestro hacer, nuestros deseos y
aspiraciones, en qué invertimos el tiempo y con quién, cuál es el sentido de
nuestra vida…
Somos tan
frágiles que un ser microscópico puede hacer que en cuestión de unos días todo
acabe. ¿De qué habrá servido…? ¿Qué quedará de nosotros cuando ya no estemos? Y
si eres de los afortunados que pasa esta etapa como una de las peores pesadillas
vividas ¿en qué cambiarás, o piensas seguir igual que hasta ahora?
¿Qué nos queda
cuando nada ni nadie puede alargar nuestra vida ni tan solo un segundo? ¿Cuándo
sabemos que no hay antídoto para la enfermedad? ¿Cuándo…?. Agarrémonos al Señor
con la confianza de que siempre está y estará a nuestro lado y nos proveerá en
cada momento de lo que más necesitemos (fortaleza, consuelo, esperanza…).
Recordemos y hagamos nuestra la petición de San Ignacio de Loyola “Dame tu amor
y tu gracia que ésta me basta”. Sintámonos sostenid@s y acompañad@s porque
igual que hizo con Jesús en su Pasión, ahí está y ahí estará mientras llega el
momento del encuentro definitivo.
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