Creo que
todos recordamos ese pasaje del Evangelio de la tempestad. Los discípulos están
en la barca, el viento es muy fuerte, tienen miedo… Puedes encontrarlo en el
Evangelio de Mateo 14, 24-33
Una
vez di un retiro con esta lectura y es que es una de mis preferidas. ¡Tiene
tantos mensajes!
La
tempestad, el miedo, Jesús aparece, Pedro se hunde al ir hacia él, Jesús sube a
la barca y todo se calma…
Voy
a enfocarme en Pedro. Camina hacia Jesús pero se asusta y comienza a hundirse.
Esto es lo que nos puede estar pasando en este momento. Cuando dejamos de mirar
a Jesús y nos dejamos llevar por la realidad, lo que nos sucede, los
acontecimientos, preocupaciones y problemas… tambaleamos y nos hundimos. ¿Qué
hacer entonces? Volver a mirar a Jesús. No perder el norte. Reubicarnos y hacer
de Él el centro de nuestra vida… de no ser así corremos el riesgo de asustarnos
e incluso de hundirnos.
La
calma la encontramos cuando fijamos nuestra mirada en la suya. Puede que afuera
se esté librando una tremenda tempestad pero si mantenemos los ojos puestos en
Jesús, sentiremos la paz y la calma en nuestro corazón.
No
te dejes llevar por lo que te pasa o lo que sucede. Jesús te dice: “Ánimo. Soy
yo. No temas”. La paz la perdemos cuando perdemos el norte, cuando colocamos en
el centro de nuestras vidas “otras cosas”. La paz nos la dio, la paz está en
nuestro interior. Hagamos silencio en lo más profundo de nuestro ser para
encontrar esa paz que nada ni nadie puede quitarnos. Tan solo la perdemos
cuando miramos a otro lado.
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