María estaba triste, llorando… y en medio de su
desolación el Señor sale a su encuentro. Y es que el Señor no se cansa de
buscarnos y de desear ese encuentro más que nosotros mismos
Las preocupaciones, los problemas… nos nublan
la vista y nos impiden ver al Señor. María recupera la visión cuando escucha su
nombre, siente una gran consolación, experimenta la presencia de Jesús
¡Qué importante nuestro nombre! ¡Qué sanador
escuchar nuestro nombre cuando lo pronuncia alguien que nos quiere!... suena a
música celestial, es inevitable sentirse consolad@.
Al escuchar su nombre, María experimentó amor,
ternura, dulzura, cercanía… y eso llenó su corazón de un gozo indescriptible.
Hoy el Señor también pronuncia nuestro nombre con la misma delicadeza y
suavidad de siempre, con el mismo AMOR
Amor incondicional de quien conoce nuestra
historia con sus aciertos y fallos, logros y fracasos, idas y venidas…
Amor incondicional de quien conoce nuestro
presente: lo que nos angustia, asusta, enoja, inquieta… debilidades,
fortalezas… deseos, sueños…
Amor incondicional de quien confía y cree en
nosotros “a pesar de…”
Amor incondicional de quien, conociéndonos
mejor que nosotros mismos, nos envía a
una misión acompañados, asegurando su Presencia, su Espíritu
No hay comentarios:
Publicar un comentario