El Papa
Francisco, en la homilía del viernes pasado, reflexionaba sobre la actitud y los
dolores de María. Y subrayó una cualidad: “Nunca pidió nada para sí”. En este
tiempo en el que nuestros rezos se llenan de peticiones por nosotros y nuestras
familias… en el que tanta gente recurre y se refugia en el rosario… sería bueno
que miráramos a María y aprendiéramos de ella.
Aceptar y acoger
la voluntad de Dios fue la clave en toda su vida. Y eso no la alejó del dolor y
del sufrimiento. Ni siquiera por ser la Madre tuvo privilegios o estuvo exenta
de la tristeza, de las preocupaciones y del desgarro que le supondría el ver a
su hijo asesinado. Sin embargo no dejó de confiar, de abandonarse… No dejó de
ser fiel, de esperar… No dejó de amar
1.- El dolor
sentido al escuchar las palabras de Simeón “una espada atravesará tu corazón”
2.- El dolor
vivido al tener que huir de Egipto para salvar a su hijo
3.- La angustia
sentida cuando, siendo niño, Jesús se perdió
4.- El dolor
experimentado al encontrarse con su hijo camino del Calvario
5.- El dolor
ante la inminente muerte de Jesús en la cruz
6.- El dolor al
tomar a su hijo en sus brazos cuando lo bajan de la cruz
7.- El dolor al
sepultar a Jesús
Y ante tanto
dolor y situaciones complicadas que vivió… “Nunca pidió nada para sí”. Nunca
dijo: “Yo soy la mamá, mírenme”. Se limitó a abrazar, acoger, aceptar… todo lo
que se iba presentando con una confianza infinita, con una esperanza sin
límites… porque sabía en manos de quien estaba
Después
de esto… ¿Qué vamos a pedir en nuestros rezos?
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